Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA
29-10-2020
Nunca supe cómo hacerle entender cuánto me lastimaban sus acciones. No supe poner límites, ni soltar a tiempo esa relación que me atravesaba el corazón . Y sin que lo pidiera, cada día, yo le daba nuevas oportunidades, pero él no se daba cuenta. Ignoraba mis palabras, como aquel que ignora a una planta y piensa que sin agua vivirá. Mientras tanto yo pensaba “algún día entenderás”.
Así que durante muchos años, luché para que esto que yo “creí” maravilloso nunca se acabara, aunque después me di cuenta que maravilloso no era nada.
Él era la razón de mi felicidad, era lo que yo pensaba, y eso, era justo lo que me apagaba. Renunciar a mi vida a su lado, era romper un futuro. Pero eso no lo consiguió, luché por tener mi propio futuro. Me quedé, lo intenté, por éso yo trataba de buscar soluciones. Enloquecí de frustración e impotencia al no poder hacerle entender nunca nada.
Era tanto lo que sus acciones me lastimaban, que paso a paso, yo misma, sin decirle, me alejaba. Me fui callando y ahogando mis palabras. Las que eran de reproche, y también, las que eran para decirle que lo quería, eso pensaba. Le fuí cerrando mi corazón, poco a poco, él se daba cuenta y reaccionaba a mi silencioso grito.
Con la esperanza de que antes de que yo encontrara el valor para dejarle, hiciera por sorpresa todo para reconquistarme. Pero no. No funcionaron mis silencios. Ni tampoco mis gritos. No funcionaron ni mis lágrimas, ni mis quejidos. Yo misma me harté de todo ese estúpido drama, en el que inevitablemente caí.
Caminé en el inframundo, perdí mis ganas. Viví el infierno que viven los que no se quieren; yo, me quería morir. Leí todos los libros para encontrar razones. Escribí miles de versos y canciones. Estaba confundida, nada me sanaba, yo estaba tan herida, enfrentando un cúmulo de dolor, de ésta y seguramente, otras vidas.
Hasta que una mañana fresca, después de tanto llorar, me levanté renovada, con el valor, y la fuerza de dejarlo. Ya no esperaba su apoyo, ya no esperaba su cambio, ni sus consideraciones, ni su respeto, ni que entendiera mi llanto. Había perdido el miedo de tantas cosas porque en mi búsqueda de tratar de cambiarlo me había encontrado a mí misma.
Y fue entonces cuando temeroso, vio en mis ojos que yo estaba decidida, vio a una mujer que nunca conocía, me sintió realmente perdida y quiso hacer todo para que yo no me fuera. Pero, ya era tarde, ya no lo quería, él me había enseñado a amarme y valorarme, y era imposible que me retuviera. Quedé en paz y maravillosamente libre.