Jennifer Hermoso celebra con sus compañeras su primer tanto ante Zambia/TDP

Jenni Hermoso relata el infierno sufrido en Ibiza y rompe a llorar

La futbolista de la selección española explica lo mal que lo pasó en Ibiza y como la presionaron para que colaborara con Rubiales

Martes, 10. 10. 23

A. CASAÑ

Las presiones de Rubiales y su entorno federativo sobre Jenni Hermoso vivieron su apogeo en Ibiza, pocos días después de que terminara el Mundial y con las futbolistas de la selección disfrutando de una merecida celebración.

Allí, solo llegar, arrancan las insistencias por parte de los siguientes miembros de la Federación que estaban del lado de Luis Rubiales: Rubén Rivera, director de Marketing de la Federación, Miguel García Caba, director de Integridad, y Albert Luque, director deportivo. Todos ellos intentan convencer a Jenni y, cuando no pueden, alguno recurre a la amenaza.

«Nos fuimos a Ibiza. Según llego, con Rubén, director de Marketing de la Federación, me pasa su teléfono y Miguel García, que era el  de Integridad de la federación, me comenta que tengo que hacer un Zoom inmediatamente para decir la verdad, lo que ha pasado, que el beso ha sido una tontería y que ya está. Le pregunto si estoy obligada, y me dice que ‘sí, lo hemos hecho y lo haremos con otras personas. Esto va en el protocolo de la Federación. Es un momento’.

Le digo que no sé de que me está hablando y que tengo que hablar con mis agentes para ver como tengo que proceder. Le dije que le pasaba el contacto de mi agencia pero que no tengo batería. Rubén seguía a mi lado, le digo que ya está, que ya se lo mandaré y Rubén coge el teléfono y me dice que me lo carga. A los 5 minutos vuelve y me dice si me da ya el teléfono. Le digo que me deje tranquila, acababa de llegar a Ibiza, con dos días sin dormir. Le digo que deje el teléfono».

No termina llamando a Miguel, y llega el turno de Albert Luque: «No sé nada más del tal Miguel. No me vuelve a llamar. Recibo el teléfono, sigo haciendo lo mío, y otra vez Rubén me pregunta si puedo hablar con Albert Luque. Es un trabajador de la Federación con el que tengo una relación buena y de confianza. Recibo un mensaje de enhorabuena y me pide si podemos hablar. No respondo y me avisan que quiere hablar conmigo. Rubén se va, sigo comiendo, el mensaje de Luque se queda en el teléfono. Descansamos un poco, nos vamos a hacer una rúa por Ibiza y nos vamos a un hotel. Rubén seguía insistiendo que hablara con él y le contesto. Le digo que lo hago porque tenemos confianza pero que no voy a hablar con nadie de esto, pero que lo entienda y que le agradezco el mensaje. Me dice que ‘solo quería hablar contigo no para que hicieras algo’. Antes me dice ‘¿no vas a hablar conmigo con la confianza que tenemos?»

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En vistas de que no había respuesta de Jenni, la Federación intenta llegar a ella a partir de presiones a su amiga Ana, que está con ella en Ibiza. «No supe nada más de Albert, pero ahora viene mi amiga Ana. Está conmigo en Ibiza y yo en una hamaca tumbada veo que le llama Rubén. Le hace un gesto como para que vaya y va. Habla con él e insiste en que Albert quiere hablar conmigo, aunque sea solo unos minutos. Le digo que no, que me dejen disfrutar de ese momento. Que desde que salí de Sídney hasta Ibiza ni ahí estuve tranquila. Me sentí presionada. Después ya viene el acoso a mi amiga. Estuvo como cuatro o cinco horas, yo me preguntaba como era posible. Con Rubén insistiendo a mi amiga que fuera un minuto. Hasta el punto que estuvo hablando ella con Luque un montón de tiempo y me dijo que se iba a presentar para hablar conmigo, le dije que no iba a hablar con él. Llegó al hotel y mi amiga estuvo hablando con él abajo».

La situación se tensó al extremo con Luque ya en el hotel de Ibiza tratando de hablar con Jenni. «Me enfadaba hasta con mi amiga. Estaban usando a mi familia delante de mi. Lo estaba viendo. Hablaron con Albert durante mucho tiempo, le dije que ni me lo contara. Él quería hablar conmigo por la confianza que teníamos, que él me había hecho muchos favores, de una entrada para una fiesta. No tenía nada que ver. Ella ni me lo dijo, a día de hoy toda la conversación entera no la sé. Que intentara convencerme, que no era para que yo hiciera algo, no se qué exactamente».

Jenni tuvo que justificarse por su actitud en las celebraciones, en las que los vídeos demuestran que no parecía tan afectada: «En ese momento la mitad no había visto ni las imágenes nos sabía que había pasado. En el momento de la euforia empezaron con las gracias, no me sentí cómoda. Era algo que había pasado y aunque yo quería evadir un poco para que ellas no se preocuparan… En ese momento que estamos en el autobús estaba un poco más nerviosa. La situación había sido conmigo. Eso estaba dando la vuelta a todo el mundo. Podría haberme puesto a llorar en una esquina pero no podía romper el momento. Era el momento de celebrarlo».

«En todo momento no me han respetado, mancharon mi imagen. Sentí que por qué como jugadora y trabajadora de la Federación nadie me protegía. En ningún momento sentí que alguien me protegiera a mí. Que era lo que repetía a ellas. Quieren que de la cara por alguien y nadie la da por mí cuando yo no he buscado nada de lo que ha pasado».

Jenni rompe a llorar: «No podía salir de casa, con una cámara todo el día intentando grabarme, persiguiéndome, echándome fotos con mi madre… Voy por la calle pensando que cualquiera me va a hacer algo. Creo que no me merezco vivir este infierno y no poder disfrutar lo que he hecho. Solo se ha hablado de ese momento. Lo que hemos hecho va a estar siempre ahí pero no lo he podido disfrutar. Me he tenido que ir de Madrid para no recibir presiones de gente que solo quiere hacerme daño. Solo buscaban verme llorando, pero en ningún momento me iba a venir abajo. ¿Por qué me tengo que quedar en una habitación llorando cuando no he hecho nada?».

En el autobús fue peor

La jugadora habla de cómo recibió presiones en el autobús que trasladaba al equipo al aeropuerto de Sidney, tras salir del estadio, para emitir un comunicado en el que «se quitara hierro al asunto».

«Íbamos todas en el autobús y de repente se para y se hace un silencio mortal. Me empiezan a decir desde delante que baje del autobús. No cogí ni mi mochila ni mis maletas, y bajé. Entonces me enseñaron un escrito que yo no dije ni una palabra de ese escrito y les dije: «¿Por qué tengo que hacer esto? Me dijeron: «Es lo mejor, esto lo enviamos a la prensa para calmar las aguas y ya está».  Y yo les dije: «Haced lo que queráis». Me enseñó el escrito Patricia Pérez, la jefa de prensa. Me estaba sintiendo otra vez obligada a hacer algo que no quería. Ellos son trabajadores y tenían que hacer eso. Rubiales no vino a decírmelo a mí. Él sabía que ya estaba algo mal».

Compañeras recibiendo la noticia

«A mis compañeras le salen en sus móviles la repercusión del beso y no podía creer con todo lo que había pasado, todo lo que habíamos entrenado para llegar hasta la final y ganarla que se fuera a hablar más de eso que de cualquier otra cosa».

 

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