Rosa Muriel/ASI ES LA VIDA
Vamos a estar en casa, tirados en pijama en el sofá, ver la tele, dormir o hablar, arreglando el mundo a nuestro ritmo como excusa para terminar con un cónclave de besos. Nos llegará ese olor a café recién hecho los domingos por la mañana, o si quieres, firmamos una cláusula y olerá así todos los días de nuestra vida. Propongo abrir las ventanas cuando llueva, para que cuando entre la humedad disfrutemos del olor a tierra mojada; o no, mejor aún, salimos a la terraza y nos mojamos de esa lluvia.
Noches de compás, de baile, de impaciencia al esperar un taxi, y disfrutar de una hamburguesa mientras llega. Y pequeños grandes detalles como llevarte agua helada a la cama por la mañana cuando nos despertemos con resaca, tardes comiendo chuches, chocolate y demás grasas saturadas. Te leerte en braille, sonrisas por palés, algún que otro mal rato sabiendo que lo que viene después, va a ser como volver a conocer tu geometría una y otra vez.
Tendremos besos, pero no besos cualquiera, no como los que se dan las parejas por costumbre al verse que es como un piquíto sin ganas: besos al tempo, temple y nervio en cada uno de los que nos demos. También la posibilidad, de un poder que pocos tienen y que envidio de parejas que conozco, mirarse y saber exactamente lo que pasa por tu cabeza en ese momento, porque en los tiempos que nos han tocado, ya no se respetan ni la miradas y las que hay escasean.
Pondremos el mundo cuesta abajo para que todo venga rodado; cien primaveras, cien veranos, cien otoños y cien inviernos, y los que no nos den tiempo de vivir, nos lo vamos imaginando por el camino. Así que tu preocúpate de sonreír, que de provocarte las sonrisas ya me encargo yo.