Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA
Manos. Hay manos que acarician, que envuelven, suaves, manos que consuelan, manos cuyo leve roce basta para ahuyentar la desdicha. Hay manos que se llevan el dolor del abandono, que acaban con el desaliento.
Hay manos que sanan, manos que calman la fiebre, manos que se confunden con los lirios, manos de dedos alargados que se pasean por las teclas de un piano y nos regalan con un Nocturno de Chopin.
Hay manos que hablan, que escuchan, que gritan, que interrogan, que ríen, que gimen, que lloran, manos que encierran una frase entre signos de admiración, manos que llenan silencios, que acallan la voz.
Hay manos sensuales que seducen con su danza y que cierran el paso al amor.
Hay manos que acercan y manos que alejan, manos ásperas acostumbradas a trabajar la tierra, que arrancan las malas hierbas, que hacen crecer la vida.
Manos que despiertan los sentidos, manos que saben a canela, que traen la fragancia del tomillo y, con ella, cientos de promesas. Manos que riegan de ternura y hacen nacer una rosa.
Hay manos y manos. Hay manos y tus manos. Tus manos, manos que me enamoran.